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ANDREA ALONSO: La mujer, por naturaleza, es más sutil en la cata de vino, afina más.

Ganar la Nariz de Oro era el sueño que Andrea persiguió desde Argentina. Una pituitaria prodigiosa y entrenamiento lo han hecho realidad 

Conquistado el premio, llegó a casa y halló a su hijo Martín, de 10 años, llorando: un error en la biografía de su famosa mamá lo había convertido en niña







Aqué huele el triunfo?
-Es inoloro, pero si oliera a algo sería a lo mismo que la alegría desbordante, que la satisfacción... El aroma de algo irreal, ¡porque todavía no me lo puedo creer!
-El año pasado también ganó otra mujer. Dicen que nosotras ponemos más pasión en las catas. ¿Cuento chino?
-La mujer, por naturaleza, afina más, es más sutil a la hora de una cata, aunque una buena cata la puede hacer igual un hombre que una mujer, depende del entrenamiento que tengan. Sí es cierto que hay una parte hormonal de la mujer que según el día puede hacer que esté mucho más receptiva, y al hombre le costará un poquito más.
-En el concurso han tenido que puntuar a los mejores vinos de España. ¿Su mejor nota?
-Y además creo que muy acertada, para un «Licinia», vino de Madrid, al que he puesto un «excelente». Estaba redondo, espectacular. Con una entrada perfecta, unos aromas, un color, el paso por la boca supercompleto...
-¿Y sale muy caro tanto placer?
-Qué va. Su precio en tienda está sobre los 13 o 14 euros. Aunque pensándolo bien, y tal y como están las cosas, habría que ver para quién no es caro.
-Caro, caro es un «Chateau Lafite Rothschild» de 1787, vendido por 120.500 euros, o un «Chateau d'Yquem», del mismo año, a 75.000. La locura.
-Pero ese no es el valor del vino, sino que estamos pagando el mito y la historia. El vino no es dinero. Lo que se cobra es la trayectoria de la bodega, el tiempo que lo ha estado guardando y cómo ha hecho posible que después de tantos años siga estando espléndido, con la misma acidez, y que incluso permita conservarse un poco más, sin oxidaciones, sin imperfecciones.
-Con los pies en el suelo, ¿su vino «triple b»?
-Bueno, bonito y barato tenemos en Makro un «Camino de Castilla», de Ribera del Duero, tempranillo cien por cien, con una crianza de seis meses en barricas de roble francés que le asombrará porque está estupendo, muy equilibrado, ¡y con un precio de tres euros! No tiene la complejidad del «Licinia», que es totalmente diferente, pero en su estilo es un asequible tesoro que te llevas a la boca.
-¿Es partidaria del tinto de verano?
-Como sumiller y responsable de hacer que el consumo de vino se incremente, cómo se mezcle me da igual. Pero nuestro objetivo es que el gusto se vaya afinando. El tinto de verano no es algo de calidad y yo no me lo bebería, pero sobre gustos...
-¿La mayor aberración?
-He visto muchas, como enfriar vino de calidad echándole hielo o cortarlo con un refresco.
-Empezó en coctelería. ¿Su mezcla favorita?
-Para bebérmela, mojito, pero bien preparado. Para prepararla yo, un «old fashion», con wishky, angostura, bíter... azúcar y naranja en rodajitas.
-¿La última moda en el vino?
-Defender lo autóctono, no envidiar al vecino de al lado, como Francia o Italia, y respetar la variedad en su hábitat. Las bodegas están apostando por eso y por recuperar las variedades que se utilizaban hace años y que se dejaron de vinificar porque no parecían interesantes. Luego, en hábitos de consumo, la otra cara de este mundo, la gente se inclina por vinos de cortas crianzas, mucha frutalidad, vinos elegantes y equilibrados, con un buen paso por boca, y no como antes, que se tiraba a los grandes reservas, con más densidad, más cuerpo, más tánicos, con mucha madera... Las cosas han cambiado.
-¿Qué tal le funciona el olfato con la gente?
-Ahí lo que va mejor es la intuición y la psicología. Solo con ver el gesto del cliente al repasar la carta de vinos, ya sabes su predisposición. Luego, la experiencia de tantos años en la hostelería te da las claves para acertar y que se vaya contento.
-Y dígame, ¿qué olor no ha podido olvidar jamás?
-(...) Me ha pillado con la guardia baja... Sin duda, el olor de la casa de mi madre, el olor a fresco, a limpio, y el aroma que desprendía los domingos cuando nos juntábamos toda la familia alrededor de la comida recién hecha, esa comida tan rica...




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14 jun 2010 en 12:31

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