El escándalo de la falsificación de botellas en Borgoña, que ha estallado la semana pasada tras una larga investigación oficial de la 'maison de négoce' Labouré-Roi que acabó con la detención de sus cuatro máximos directivos -puestos ya en libertad a la espera de los procesamientos que decida la justicia-, no resulta sorprendente más que por la tardanza en producirse.
Hacía años que cualquier observador de la región, de su minifundismo exacerbado y de la imposibilidad de controlar si el contenido de cada botella (son 193 millones al año) corresponde a la etiqueta, era consciente de que Borgoña era terreno abonado para el fraude.
Este viñedo de unas 25.000 hectáreas (un poco más que la Ribera del Duero, la tercera parte de la superficie de Rioja) está fragmentado hasta límites insospechados en España, donde no conocemos una organización así: son 84 denominaciones de origen o 'appellations d'origine contrôlées' AOC (nueve denominaciones regionales o sub-regionales, 41 denominaciones municipales o 'villages' con 562 subdenominaciones 'premiers crus', y 34 denominaciones 'grands crus'). Entre denominaciones, subdenominaciones y los tipos de vino (blanco, tinto, rosado y espumoso), son 1.413 clases reglamentariamente separadas las que se producen anualmente en Borgoña.
Hay 4.000 viticultores en la zona, de los que 1.300 son también embotelladores, además de 250 'négociants' (Labouré-Roi es uno de los tres mayores) y 23 cooperativas. En total, pues, unas 1.600 bodegas con sus marcas respectivas.
Esta atomización queda patente cuando se visita una bodega, no ya de las dimensiones de Labouré-Roi, sino pequeñita, como son la gran mayoría. Por ejemplo, el biodinámico Pascal Roblet-Monnot, en Volnay, explota seis hectáreas de viñedo repartidas en 13 denominaciones distintas, y del que hace otros tantos vinos: un 'grand cru' (Corton Grand Cru), siete 'premiers crus' (Auxey Duresses 1er Cru Le Val Rouge, Auxey Duresses 1er Cru Le Val Blanc, Beaune 1er Cru Grèves, Pommard 1er Cru Arvelets, Volnay 1er Cru Brouillards, Volnay 1er Cru Santenot y Volnay 1er Cru Taillepieds), cuatro 'villages' (Chambolle Musigny, Puligny Montrachet, Rully La Grenouille lieu-dit y Volnay St François lieu-dit) y un regional o genérico (Bourgogne Pinot Noir Vieilles Vignes).
En este ejemplo, Roblet-Monnot produce poco más de 25.000 botellas en total, con lo que cada una de esas denominaciones tiene una producción confidencial. Y si su Bourgogne Pinot Noir se vende en tiendas por unos 17 euros, su Corton llega a los 70.
En la bodega, estas producciones se traducen en un número reducido de barricas: a veces, sólo una o dos para el 'grand cru' estrella de la casa. Hace unos años, en una visita con la Academia Internacional del Vino, preguntábamos a otro pequeño productor de Volnay cómo podían las autoridades reguladoras si cada barrica contenía sólo el vino cuyo nombre estaba inscrito en ella, o si no rellenaba la de 'grand cru' con vino de 'premier cru' o genérico, y nos respondía: "Esencialmente, se fían de nosotros. No les es posible vigilar cada barrica".
Ese ancestral sistema 'de confianza', que -por cierto- choca con las nuevas y exigentes normas de trazabilidad de la Unión Europea, es el que puede saltar por los aires si la gravedad del asunto de Labouré-Roi se confirma en los tribunales. En ese caso se ha hablado de manipulaciones aún más escandalosas, como la de meter vino de mesa, sin AOC, en el relleno de barricas de 'grand cru', o de colocar etiquetas de cualquier denominación en botellas de borgoña genérico o 'villages', según llegasen los pedidos.
Es evidente que las partes implicadas intentan quitar hierro y visibilidad pública al asunto: los cuatro detenidos están por ahora en libertad sin cargos por su colaboración con la investigación, que cubre las añadas 2005 a 2009. Pero echar tierra sobre el asunto tampoco iba a ayudar a la imagen de Borgoña.
Fuente: Mundo vino
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